'Chainsaw Man' sigue siendo el retrato más inquietante de nuestro tiempo.

Si hubiera que identificar un cómic que resumiera de la mejor manera posible estos años locos que estamos viviendo, muy probablemente sería Chainsaw Man, de Tatsuki Fujimoto. Un manga que se consolidó como un gran éxito desde sus primeros números, hasta el punto de generar un auténtico culto a medida que evolucionaba su historia editorial.

Las razones de tal éxito son muchas, empezando por la idea gráfica que dio el pistoletazo de salida a toda la construcción del mundo. Caracteriza la portada del primer volumen un tipo, el hombre de la motosierra del título, vestido con camisa blanca y corbata, con una gran motosierra en lugar de cara y otras dos que sobresalen de sus brazos. 

Chainsaw Man


No tiene cara, sino una sonrisa demoníaca, hecha de colmillos de varios centímetros de largo. En sus pies lleva un par de grandes zapatillas casi desatadas, bajo las cuales encontramos una serie de figuras humanoides despedazadas por su furia. Emerge de una especie de géiser de sangre, aunque verde sobre un fondo naranja. 

Todo ello representado con un trazo agresivo y mordaz, capaz de un dinamismo increíble. Parece increíble, pero éste es nuestro protagonista. El íncipit de la historia es siempre el mismo, con un forastero total que se encuentra portador de un poder increíble. 

Chainsaw Man: una representación gráfica y escrita de parte de la sociedad.

(Alerta de Spoiler)



Tenemos un universo ficticio de demonios y cazadores de demonios, una mascota al estilo Pokémon, mucha acción y referencias constantes al hambre del protagonista. Toda la parafernalia del shonen medio en definitiva, sólo que en las páginas de Chainsaw Man se sublima en una atmósfera con una rara desazón.

El protagonista, Denji, vive en la más absoluta miseria, totalmente excluido de la sociedad civilizada, y acepta su nuevo camino como cazador de demonios sólo para poder tocarle los pechos a Makima, un ejecutivo de la Cuarta División de Seguridad Pública y gélida manipuladora. 

Todo el mundo de Chainsaw Man parece, número tras número, cada vez más al borde del colapso, y todos y cada uno de los personajes son retratados con problemas. Nadie es feliz, el miedo y el trauma dominan el día. 

La obsesión del protagonista por las mujeres y lo desagradable de sus primeras experiencias con el sexo opuesto lo convierten en un símbolo perfecto para toda la galaxia INCEL (acrónimo de célibe involuntario), mientras que lo absurdo, grotesco y cruel de lo que sucede a su lado no está demasiado alejado de lo que ocurre en los diversas redes sociales como 4Chan, Telegram o Reddit. 



Esta capacidad para retratar aspectos tan problemáticos del mundo contemporáneo se hace explícita en los dibujos de Tatsuki Fujimoto, a menudo desgarbados, desordenados, demasiado angulosos o simplemente incorrectos para un shonen normal. 

Una forma de dejar claro que, después de todo, Chainsaw Man no es un cómic apto para convertirse en un éxito comercial. Y, de hecho, a pesar de los tres millones de volúmenes vendidos y de los escaneos difundidos por los canales habituales, la verdadera afirmación para convertirse en un mainstream de Chainsaw Man llegó con la transposición al anime por parte del estudio Mappa, no por el manga.

La factura técnica y estilística de la animación es de muy alto nivel, glosando todo lo posible y haciendo de Chainsaw Man un producto perfecto para llegar a todo el mundo. 

La animación japonesa, nunca tan popular como ahora, se erige como uno de los lenguajes más transversales del entretenimiento moderno. Abundantemente presente en las plataformas generalistas, es perfecto para las generaciones más jóvenes, mientras que en las subculturas de la red encuentra sus vertientes más cuestionables.



Decíamos que Chainsaw Man consigue esbozar de la mejor manera posible algunos de los aspectos más problemáticos de nuestro presente, por lo que el desbordamiento del mundo ficticio a la realidad era sólo cuestión de tiempo. 

En 2023, en Argentina, un cosplayer de Denji se convirtió en el símbolo de los partidarios del ahora presidente argentino Javier Milei, generando un efecto cascada y cada vez más imitadores. Antes, alguien se había limitado a lanzar un peluche con la forma de Pochita, la fiel compañera del protagonista, al escenario de una convención de políticos. 

El vínculo entre el manga y la campaña electoral del catedrático y experto televisivo surgió de la homonimia con el llamado "plan de la motosierra", con el que el economista pretendía recortar todos los gastos posibles del aparato público argentino.

Y es precisamente desde este aspecto desde el que se entiende el enorme malentendido que ha habido detrás de esta explosión de popularidad de Tatsuki Fujimoto, un autor que puede definirse como involucionado en muchos sentidos. 



No hay más que ver el mediometraje Look Back, de Kiyotaka Oshiyama, basado en el manga homónimo que escribió y dibujó, para comprender lo amplio que es su espectro narrativo. Si en Chainsaw Man tenemos violencia y desazón, aquí la narración se vuelve afligida y delicada, llena de reflexiones autobiográficas sobre la vida y la carrera del autor.

A pesar de que el segundo arco narrativo de Chainsaw Man está pasando decididamente desapercibido en comparación con los triunfos de los primeros capítulos, su lectura es por tanto necesaria para entender cómo el mangaka lo está utilizando como herramienta para analizar su propia relación con un personaje que ha dejado de ser suyo, canibalizado por un público (quizás) incapaz de entender la poética de un autor enorme -Tatsuki Fujimoto es mucho más que Chainsaw Man. A pesar de la popularidad y todo lo que ello conlleva, probablemente las cosas no salieron como él pensaba.

El primer arco -que va del volumen uno al once- terminó con la derrota del Demonio Pistola (Aki) y el enfrentamiento con Makima y el Dominio Diablo. Se explicó por qué en el mundo del Hombre de la Motosierra no hay referencias a sucesos trágicos como el Holocausto o el SIDA. Nuestro héroe es cada vez más famoso y menos temido, volviéndose más débil que cuando inspiraba un terror ciego.

También descubrimos que Pochita eligió unirse a Denji, dándole el poder de Chainsaw Man, porque el sueño del chico siempre había sido recibir un abrazo. Lo que también parecería algo tierno, si no fuera una representación perfecta de la desesperada visión del mundo de tantos INCELS. 



Fue una conclusión perfecta, que llevó una historia convulsa y claustrofóbica a un final satisfactorio. Sin embargo, Tatsuki Fujimoto, quizá ahora prisionero él mismo del éxito de su creación, decidió comenzar una nueva temporada. Una elección que no hay que dar por sentada, ya que su anterior obra, Fire Punch, se había detenido en ocho tankobons.

En el volumen 12 descubrimos que Denji se ha matriculado en la escuela, dejando atrás para siempre una vida de penurias, y que su objetivo es aprovechar al máximo su popularidad para conquistar al mayor número posible de chicas. 

El entorno escolar es la ocasión perfecta para plantear una reinterpretación completamente atípica de las comedias clásicas de instituto. A pesar de la ambientación, el ambiente es de hecho enfermizo y opresivo, y los personajes son aún más problemáticos que en el primer arco argumental. 

Hay acoso escolar, abusos, la muerte está por todas partes, brutal e inevitable. La narración es aún más convulsa y claustrofóbica, una auténtica pesadilla. En el número 15, un demonio, mientras mata a decenas de personas invirtiendo la gravedad, exclama: "Saborea el sabor de los que han sufrido traumas en el pasado, cuanto más bajo se hunde el corazón, más alto cae el cuerpo". 



En el mundo imaginado por Tatsuki Fujimoto, la depresión se convierte en un arma que se vuelve contra quien la padece. La era de los demonios está cada vez más cerca, y las muertes se suceden. Dos de estas entidades demoníacas deciden aliarse para evitar esta eventualidad con tal de no perder la oportunidad de comer pizza. La salvación del mundo es ahora sólo una broma. Un meme al final, tal y como lo que parecen vivirse con los gobiernos más peligrosos de este mundo al borde de la locura. 

Mientras tanto, se funda la Iglesia de Chainsaw Man, formada por jóvenes organizados como el grupo terrorista adolescente de Battle Royale 2, de Kinji y Kenta Fukasaku, mientras, como respuesta, el protagonista decide retirarse de la escena para aspirar a una vida normal. El sexo sigue siendo problemático en cada aparición, y sketches que en otros contextos serían casi cómicos tienen un efecto grotesco y desagradable. 

A medida que se desarrollan los acontecimientos, Japón parece estar cada vez más al borde de la guerra civil, entre los seguidores del Hombre de la Motosierra y los que se declaran seguidores de Dios, mientras que los agentes de la Seguridad Pública no tienen ningún problema en utilizar cualquier medio para eliminar a Denji.

Sin embargo, a pesar de las interminables masacres, para muchos la vida transcurre sin grandes sobresaltos. Como en Dededestrucción del Demonio Muerto, de Inio Asano, donde una enorme nave espacial alienígena se cernía sobre Tokio tras destruir gran parte de la ciudad, la guerra total estaba cada día más cerca y a la gente parecía no importarle. 



En el universo de Chainsaw Man, la carnicería tiene lugar casi a diario, mientras que la principal preocupación del público son los acontecimientos en la vida privada de un ídolo. 

En semejante contexto, Denji consigue por fin hacer realidad su sueño de ser abrazado, pero esto sólo le revelará una terrible verdad: la única forma que tiene de ser verdaderamente feliz es transformarse en Chainsaw Man y masacrar a todo demonio que se le ponga por delante, acabando a menudo exhausto y sangrando. Este es el precio necesario, según él, para ser deseado por tantas mujeres como sea posible y tener mucho sexo. 

Todos quieren un trozo de Chainsaw Man -como en la realidad- y lo quieren de la forma más literal posible. En una de las escenas más grotescas de todo el manga, vemos al protagonista diseccionado por un equipo de médicos. 

Cuando se mata a un demonio con sus motosierras, el aspecto material al que está unido desaparece, incluso de la memoria -mata al Diablo Orejas y es como si las orejas nunca hubieran existido, por poner un ejemplo-, de ahí la idea por parte del mundo político de pedir que se mate al Viejo Diablo. Éste acepta, pero a costa de que 10.000 niños japoneses sean asesinados frente a un espejo. Naturalmente, los ancianos miembros del gobierno no dudan un instante en aceptar.



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Una narrativa cada vez más sombría, donde la vida tiene cada vez menos sentido, va acompañada de una involución gráfica consciente y refinada. A partir del número 16, en una misma viñeta empiezan a coexistir rasgos diferentes, como si se tratara de imágenes superpuestas de forma casi aleatoria. 

Si los fondos siguen siendo detallados y bien renderizados, los personajes se vuelven cada vez más rayados y mínimos. El trazo se vuelve instintivo, lejos de cualquier tentación de ser atractivo. La representación del sexo se hace explícita, aunque sigue siendo patética. Además de sangre y vísceras, ahora también hay espacio para otros fluidos corporales.



Si en cierto modo Chainsaw Man es uno de los shonen más centrados en el público de todos los tiempos -estamos hablando de cómics para adolescentes, y Tatsuki Fujimoto parece haber entendido muy bien la visión del mundo de muchos de estos jóvenes-, de volumen en volumen se vuelve cada vez más oscuro y grotesco. 

Una paradoja editorial que se describe como un fenómeno pop, pero que resulta ser una de las narraciones más dolorosas -si se entiende como una lectura del presente- disponibles hoy en las estanterías.

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